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  • ABISMOS-NECESARIOSMario Guixeras / comisario de la exposición “Abismos Necesarios “
24/9/2021

MECA

Fernando Barrionuevo MECA

Para abordar la obra de Antonio de Diego Arias, de entrada, tenemos que comprender la parte esencial de su obra que se configura por un lado con el desciframiento lineal, constante y vital de los códigos que el tiempo enmascara a las personas, a sus contextos y a la propia naturaleza y por otro y sin que sea contradictorio con el cifrado complejo de cada una de sus piezas, otorgándole así un metalenguaje objetual más allá de la pura expresión estética. 

Como punto de partida este artista inició su trayectoria en los años ochenta en España, pero con una marcada relación con Italia y más concretamente con Roma. En esos tiempos la línea conductual que se observa en sus obras se basa en la inquietante y muy personal búsqueda que cada uno de los estratos temporales ofrecían en cuanto a alteraciones emocionales, históricas y paisajistas, y como la superposición de estos podían revolucionar dicha alteración. Era el juego que utilizaba para moldear el paso del tiempo y así poder fundir el propio ser holístico bajo una única consigna temporal. 

A principios de 2000 comienzo a tomar contacto y conciencia de su trabajo y de su vida. Desde ese momento en que se inicia nuestra solvente relación profesional y personal, las exploraciones temporales resurgen en forma de nuevas obras, con una fuerza inusitada, casi diría que obsesionada, no solo por la búsqueda en sí, sino por las respuestas que en todo ese tránsito temporal había ido encontrando a lo largo de su vida, separada del arte de una manera voluntaria y literal. 

Es ahí cuando Antonio de Diego Arias, desmiembra su yo personal y lo encaja secuencialmente en el yo del otro. 

Por lo tanto, una de las claves que podemos descifrar de esa primera etapa de sus obras, es la intensificación de sus recuerdos en forma de firmes células flotantes o marcados espinos rasuradores del tiempo. 

Todos ellos como una simbología que nos conmueve y nos inquieta sobre lo que el tiempo marca en tu vida y como las ensoñaciones se dejan atrapar por esas intensidades.

A partir de ahí Antonio de Diego, siguiendo su propio plan de respuestas y a modo de un navegante de la mente, comienza una serie sólida y contundente utilizando materiales ancestrales y rudos como las maromas, que las moldea y modela a su antojo para ofrecernos una visión directa y sin tapujos de que con nuestras propias actitudes podemos controlar esos elementos y atacar de lleno a lo más sólido que aparentemente el tiempo sacude a nuestro ser. Volver a nuestro punto de partida una y otra vez para dejar límpidos nuestros pensamientos y experiencias y reescribir así nuestra historia con nuevos tintes y expresiones. Y para ello se convierte además en un linotipista que compone a su antojo nuevos mensajes históricos que solo el contemplador podrá descifrar. A todos esos elementos les dota de una protección frágil mediante el encapsulamiento en soportes de fácil abertura. Y para que así sea, se brinda al espectador a que lo haga mentalmente.

Desahogado por la fuerza, el artista empieza a hacer fluir sus obras en unas armonías equilibradas que se desmarcan completamente de lo corpóreo para abordar más que con su técnica, con su mente la sutil línea de los horizontes, a los que les otorga infinitas posibilidades. Construir para destruir o a sensu contrario destruir para construir. La indiferencia con las que la sociedad se enfrenta a las barreras, le conmueve y le asfixia. Esa expresión reiterada de líneas azuladas denota en él esa obsesión por romper los límites. Sin duda más que los límites materiales, los mentales. El azul como color de luz y de desafíos, como organismo vivo y alterable.

Y llegamos a su última etapa en la que Antonio de Diego Arias ha comenzado sus nuevos procesos de alquimia sensorial. Para ello, retoma el color que funde con el negro logrado a base de un dolor más doliente en el que se ahonda, como lo hace la propia naturaleza, cuando lo exógeno se inmiscuye en su ser. En base a ese pesar, el artista desliza su metafísica más poética hacia nuevas formas, nuevos retos, nuevas respuestas. Y así la búsqueda perdura en nosotros.

Fernando Barrionuevo

Comisario. Director de MECA Mediterráneo Centro Artístico

10 de Mayo del 2021

ABISMOS-NECESARIOS

Mario Guixeras / comisario de la exposición “Abismos Necesarios “


ABISMOS NECESARIOS, de Antonio de Diego Arias (Madrid 1960) se posiciona en la difícil postura de lo contemplativo. Se trata de un proyecto expositivo de mecánicas lentas, aliado de lo silente y de una participación óptica reflexiva, que sugiere desde su lenguaje atender al interés plástico, emocional, meditativo y político de obras de arte que trabajan con ritmos de apreciación pausada.
La obra de Arias atraviesa la cuestión inagotable del Tiempo. La conciencia de la memoria es para él fundamental a la hora de asimilar la relación “objetividad- subjetividad” que defiende en su obra, porque le permite volver a los puntos de partida, conectarlos con el presente propio y social, y así poder proyectar lo posible, como si de la frágil unión de unos hilos delgados y tensos se tratara.
ABISMOS NECESARIOS es una exposición que recoge su obra más reciente: Serie- Negra y Serie-Fuego (realizadas en su mayoría entre 2020 y 2021), junto a una serie de dibujos que sirvieron de estudio para un proyecto pictórico anterior (2014) y que
se presentan con el título: Bocetos para la serie Entes.
La sobriedad de la difícilmente clasificable pintura de Antonio de Diego Arias es seña de identidad de su trabajo, que se distingue además por una paleta muy monocroma y por la aparición de figuras sintéticas o geométricas. Sin embargo, en este último período, descubrimos cambios muy significativos en la poética del artista madrileño, que parece acercarnos más que nunca al tejido orgánico de sus paisajes mentales, abandonando en mayor medida las estructuras y las formas, de las que ahora sólo distinguimos parte de ellas, generando cortes definitivos sobre la imagen. Nos damos cuenta precisamente así, de que al colocarnos frente a una de sus pinturas tan sólo estamos asistiendo a una pequeña parte del lugar al que
pertenecen.
No hay referencias directas del mundo de la vigilia. La realidad de Arias se proyecta desde lo mental, y esto hace que ignoremos si nos situamos ante lo “micro” o lo “macro”. Existe esta creciente ambigüedad visual en su trabajo, a través de la que perdemos la noción de espacialidad, y nos encontramos ora suspendidos en fragmentos de un universo desconocido, ora sumergidos en los detalles orgánicos
de una existencia mayor.
Antonio de Diego entiende el arte como un espacio de introspección y conocimiento acerca de las relaciones que se dan entre el “yo” con lo “otro”. De esta manera genera esta suerte de visiones. La obra de Arias se hunde en el interior de las cosas, es aquí, en este lugar sin fronteras perceptibles, desde donde la oscuridad empieza a vibrar con una frecuencia específica, que hace que poco a poco emerjan de la nada las iluminaciones que comienzan a dar cierta forma a las sombras y brumas oscuras en Serie-Negra, y que se abren a una energía mucho más saturada en Serie-Fuego.
Cuando hablamos de su pintura es necesario incidir en que asistimos a imágenes que responden a lo etéreo, pero que al mismo tiempo reclaman una densidad y un peso muy concretos. Al principio la mirada se pierde en lo atmosférico y en una cierta sensación de extrañeza que provoca la ausencia aparente de rastro, de gesto o de las herramientas con las que se ha trabajado.

Pero a poco que quien mira permanece frente a la obra empieza a hacerse consciente de la densidad del color, de sus matices, sutiles texturas y calidades, de las formas que se componen o desvanecen, de los finísimos hilos que lo sostienen todo.
Enfrentarse a Serie-Negra implica atender a una fragilidad constante, asistir a un momento situado entre un tiempo que se apaga y otro que parece emerger. La incertidumbre es protagonista. Cuando nos referimos a la luz en ellas, estamos ante una luminosidad premonitoria: tupida y corpórea a la vez que brillante y profunda. La espesura de lo desconocido se abre paso en nuestro interior así, para susurrarnos preguntas al oído entre un cuadro y el siguiente.
Los dibujos que vemos en la muestra responden a un estímulo que nos hace conocer diferentes inspiraciones en la obra de Arias. Surgen a partir de un paseo del artista por un campo recién incinerado en Almería. Tras el desastre de este incendio, encuentra restos orgánicos ennegrecidos sobre la tierra, como raíces y rizomas en los que se fija para realizar una serie de bocetos. El resultado es un compendio de entes a caballo entre lo real y lo ilusorio, que emergen de la fragilidad del papel con una corporalidad que deja ver las relaciones siempre existentes aunque a veces imperceptibles, entre la obra de Antonio de Diego y su contexto más cotidiano. Nos hablan del “resto” como cuerpo, como ser en sí, pero también como fragmento y como posibilidad.
Las obras que pertenecen a Serie-Fuego nos descubren quizá el fruto de la esperanza prometeica. El fuego robado no sin castigo. El color se intensifica como muy pocas veces en la trayectoria de Antonio de Diego, con una violencia inusitada, es el color de la luz que permite ver a la vez que nos ciega, saturada, preñada de vértigo, aunque presente, al fin.
ABISMOS NECESARIOS es una exposición que se disuelve del mismo modo en que emerge: a partir de la inagotable relación entre el Espacio y el Tiempo, entre un presente complejo y la permanente proyección de lo posible, que en el momento
definitivo se transforma en necesario.

Mario Guixeras

Comisario de la exposición